Mi infancia comienza en una vieja mansión, levantada en un terreno baldío,
que en la edad media fue la mayor fosa común de cadáveres infectados por la
peste del Este de Europa.
Mi madre me contaba que procedíamos de una importante familia de
Francia. Intentaba mantener sus historias como ciertas cenando en el gran salón
de baile de la de aquella destartalada mansión, aunque en nuestros platos solo
se servía una comida escasa y de mal gusto.
¿Mi padre? Su trabajo era secreto y siempre lo mantuvo alejado de
nosotros, incluso cuando estaba en casa. Su mente parecía que estaba muy lejos.
La última vez que lo vi, sus ojos sus ojos parecían tener un velo de un hombre
al borde de su tumba. Se negaba a ayudarme con mis tareas de los números
romanos, y recuerdo cuando me dio bruscamente mi regalo de mi cumpleaños número
13 (un oso de peluche empolvado y un marca paginas arrugado), fui muy poco
capaz de disimular mi decepción.
Una noche que salimos en familia, a un circo, mejoro mi estado de ánimo,
hasta que mis padres empezaron a discutir sobre su próximo viaje y él se marcho
furioso. Después de pocas horas se
desato un fuego en su despacho. Mientras huíamos, las sofocantes llamas
ahogaron los llantos de mi madre, mientras ella repetía sin cesar: “Era el
trabajo de toda su vida, de toda su vida…”. Después de esa noche, no volvimos a
ver a mi padre.
Mi mascota, un ratón muy simpático y energético, llamado Sr. Natfal,
sobrevivió al incendio. Su pequeña jaula y un par de libros fue lo único que
pude llevar cuando nos unimos al circo, del cual hacia pocas horas habíamos
presenciado una función. Al poco tiempo que nos unimos a dicho circo nos
marchamos de la cuidad. Mi madre me dijo que estaríamos con ellos solo un par
de semanas, pero esas semanas se convirtieron en años, años que me dejaron con
gran temor a los fuegos y traga fuegos, a la oscuridad y a los payasos. Hasta el
día en que mi madre murió, fue cuando pude marcharme de allí y empezar una
nueva vida.
SALE TE SIGO YA !
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